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El Libro de las condiciones-52


I• Los términos y condiciones de las dotes en los contratos de matrimonio

 

 

1189. ‘Uqba bin ‘ámir dijo: ‘El Mensajero de Dios (B y P) dijo: «De todas las condiciones que debéis cumplir, las condiciones que os permiten acceder a las relaciones sexuales (el contrato de matrimonio) son las que más derecho tienen de ser cumplidas»’.

 

II • Las condiciones que no están permitidas en los castigos prescritos por Dios

1190. Abû Huraira y Zayd bin Jâlid (Al- Ÿuhani) dijeron: ‘Un beduino se presentó ante el Mensajero de Dios (B y P) y dijo: ¡Mensajero de Dios (B y P)! Te pido por Dios que nos juzgues según el Libro de Dios’. Su litigante, que era más culto, dijo: ‘Sí, juzga entre nosotros según el Li- bro de Dios y permíteme hablar’. El Mensajero de Dios (B y P) dijo: «Di». El hombre dijo: ‘Mi hijo era obrero de este hombre y fornicó con su mujer. La gente me dijo que mi hijo debía ser apedreado hasta la muerte, por eso le pagué como rescate por mi hijo cien ovejas y una esclava, después pregun-té a la gente de conocimiento y me dijeron que mi hijo sólo debía recibir cien azotes y ser exiliado un año, y que la esposa de este hombre debía ser ape- dreada hasta morir’. El Mensajero de Dios (B y P) dijo entonces: «¡Por aquél que tiene mi alma en Su mano! Juzgaré entre vosotros según el Libro de Dios: La esclava y el rebaño se te devolverán. Tu hijo recibirá cien azotes y será exiliado un año. ¡Unays! Vé a buscar a la mujer de este hombre; si confiesa apedreadla». Y Unays fue por ella y ella confesó; así que el Mensajero de Dios (B y P) or- denó que se la apedree’.

 

III • Las estipulaciones en un contrato de siembra compartida

1191. ‘Abdullah bin ‘Umar relató: ‘Cuando la gente de Jaybar dislocó las extremidades de ‘Ab- dullah bin ‘Umar, ‘Umar se levantó y pronunció el siguiente discurso: ‘Ciertamente, el Mensajero de Dios (B y P) hizo un trato con los judíos de Ja- ybar sobre sus propiedades; les dijo: «Os permi- tiremos quedaros mientras Dios os lo permita». ‘Abdullah bin ‘Umar salió a ver sus propiedades allí y fue atacado por la noche; le dislocaron los brazos y las piernas. No tenemos otros enemigos allí sino los judíos. Ellos son nuestros enemigos y de ellos sospechamos. Pienso que debo exiliarlos’. Cuando ‘Umar decidió ejecutar su decisión vino uno de los Banu Abi Al-Huqayq y le dijo: ‘¡Emir de los Creyentes! ¿Nos expulsas siendo que Mu- hammad nos permitió quedarnos haciéndonos un trato sobre nuestras propiedades y aceptando aquello como condición para nuestra residencia?’ ‘Umar dijo: ‘¿Piensas que olvidé las palabras del Mensajero de Dios (B y P): «¡Qué será de ti cuan- do se te expulse de Jaybar y tu camello te trans- porte noche tras noche!»?’ El judío dijo: ‘Esa era una broma de Abû Al-Qâsim’. ‘Umar le dijo: ‘Has mentido enemigo de Dios’ y los expulsó. Les pagó sus propiedades en frutos, dinero, bienes, cuer- das, sillas para los camellos y otras cosas’.

 

IV • Las condiciones del ÿihâd, los tratados con los incrédulos hostiles y la escritura de condiciones

1192. Al-Miswar bin Majrama y Marwân dije- ron: ‘El Profeta (B y P) salió en la época del tratado de Al-Hudaibîa. Después de haber recorrido cierta distancia, el Profeta (B y P) dijo: «Jâlid bin Al-Walîd está al frente de la caballería que forma la vanguardia (de Quraysh); nos está esperando en Al-Gamím así que tomad el camino de la dere- cha». ¡Por Dios! Jâlid no percibió la llegada del ejército musulmán hasta que le llegó el polvo que levantaba; entonces partió para avisar a Quraysh. El Profeta (B y P) marchó hasta que llegó al paso de montaña por el cual llegaba a Quraysh. Allí la camella del Profeta (B y P) se sentó en el suelo. La gente hizo lo que pudo para que la camella siga la marcha pero fue en vano; así que dijeron: ‘Al- Qaswá’ está terca; Al-Qaswá’ está terca’. El Profeta (B y P) dijo: «Al-Qaswá‘ no está terca, pues esa no es su costumbre; la ha detenido el que detuvo al elefante». Luego dijo: «¡Por Aquél que tiene mi alma en Su mano! Todo lo que me pidan les con- cederé, siempre que respete las leyes de Dios»; azuzó a la camella y esta se levantó. El Profeta (B y P) cambió su camino y se detuvo en la parte más lejana de Al-Hudaybiia, cerca de un pozo que contenía un poco de agua. La gente empezó a ha- cer uso del agua hasta que la consumieron toda y se quejaron ante el Profeta (B y P) por la sed. En- tonces el Profeta (B y P) sacó una flecha de su car- caj y les ordenó que la pongan en el pozo. El agua empezó a fluir y el ejército todo bebió hasta que- dar satisfechos. En eso llegó Budayl bin Warqá’ Al-Juzá‘i con un grupo de su gente de Juzá‘a. Estos eran sinceros consejeros del Mensajero de Dios (B y P), no le esconderían secreto alguno y eran de la gente de Tiháma. Budayl dijo: ‘Dejé a Ka‘b bin Lu‘ayy y a ‘Amir bin Lu‘ayy acampados en las aguas de Al-Hudaybia; están con sus camellos (o familias) y te combatirán para impedirte que visi- tes la Ka‘ba’. El Mensajero de Dios (B y P) dijo: «No hemos venido a combatir a nadie; hemos ve- nido para hacer la ‘umra. Ciertamente que la gue- rra ha debilitado a Quraysh y han sufrido grandes pérdidas; si ellos desean puedo firmar con ellos una tregua temporal; para que no se interpongan entre mí y la gente (de las demás tribus árabes). Si yo salgo victorioso frente a esos incrédulos, ellos tendrán la opción de islamizarse con las demás tribus; y si no: Pues tendrán, por lo menos, tiem- po de reforzarse para luchar. Pero, si rechazan la tregua, ¡Por quien tiene mi alma en Su mano! los combatiré por mi causa hasta morir, pero Dios se- guramente hará cumplir Su voluntad (y nos dará la victoria)». Budayl dijo: ‘Les informaré lo que dices’. Y partió hasta llegar ante Quraysh; les dijo: ‘Venimos ante vosotros de este hombre (Muham- mad) y le oímos decir cosas que si queréis os rela- taremos’. Dijeron los insensatos de Quraysh: ‘No tenemos necesidad de que nos informes lo que ha dicho’ y los más sensatos le dijeron: ‘Dinos lo que oíste’ y él les respondió: ‘Le oí decir tal y tal cosa’, y les relató lo que le dijo el Profeta (B y P). Enton- ces, ‘Urwa bin Mas‘ûd se levantó y dijo: ‘¡Oh gen- te! ¿No sois los hijos? ¿No soy el padre?’ Dijeron: ‘Claro que sí’. Dijo: ‘¿Desconfiáis de mi?’ Dijeron: ‘No’. Dijo: ‘¿Sabéis que yo solicité a la gente de ‘Ukáz que os socorran y, cuando ellos se negaron, vine a vosotros con mi familia, mis hijos y los que me obedecen?’ Dijeron: ‘Claro que sí’. Dijo: ‘Pues este hombre os ha presentado una propuesta ra- zonable; aceptadla y dejad que vaya a él’. Dijeron: ‘Vé ante él’. ‘Urwa fue ante Profeta (B y P) y se en- trevistó con él. El Profeta (B y P) le dijo lo mismo que dijo a Budayl. Entonces ‘Urwa dijo: ‘¡Muha- mmad! ¿No tienes escrúpulos para cortar así los lazos de parentesco? ¿Has oído, acaso, de algún árabe que haya roto relaciones con su familia an- tes que tú lo hagas? Y si te azota la derrota, ¡Por Dios! No veo gente digna (contigo) sino que veo gente de varias tribus que huirían y te dejarían solo’. Abû Bakr le dijo: ‘¡Húndete en la ignominia! ¿Nosotros huiremos y lo dejaremos?’ ‘Urwa pre- guntó: ‘¿Quién es este hombre?’ Le dijeron: ‘Es Abû Bakr’; entonces dijo a Abû Bakr: ‘Si no fuera que tú me hiciste un favor y yo no te lo he devuel- to te respondería’. Y ‘Urwa siguió hablando al Profeta (B y P); y le tomaba de la barba mientras le hablaba. Al-Mugîra bin Shu‘ba estaba de pie detrás del Profeta (B y P) con una espada en su mano y vistiendo un casco; cada vez que ‘Urwa quería tomar la barba del Profeta (B y P) con su mano Al-Mugîra le golpeaba la mano con el man- go de la espada y le decía: ‘Quita tu mano de la barba del Mensajero de Dios (B y P)’. ‘Urwa le- vantó la cabeza y dijo: ‘¿Quién es éste?’ Le dijeron: ‘Al-Mugîra bin Shu‘ba’. Dijo: ‘¡Oye traicionero! ¿Acaso no estoy procurando evitar el mal de tu traición?’ Y es que Al-Mugîra había acompañado a unas personas antes de islamizarse; los mató a todos y luego se islamizó. El Profeta (B y P) le dijo: «Acepto tu islamización; pero los bienes que tomaste no quiero tener nada que ver con ellos». Luego ‘Urwa empezó a observar con atención a los sahabas del Mensajero de Dios (B y P). ¡Por Dios! Siempre que el Mensajero de Dios (B y P) escupía estaba la mano de uno de ellos para reci- bir el esputo y luego frotarse con él su cara y su piel. Si les ordenaba algo se apresuraban a cum- plir sus órdenes. Cuando se hacía la ablución casi peleaban por recoger el resto del agua que usaba. Cuando hablaba ellos bajaban la voz y no osaban levantar su mirada hasta él en veneración. Cuando ‘Urwa volvió a su gente les dijo: ‘¡Oh gente! ¡Por Dios! Yo formé parte de delegaciones al Cé- sar, a Cosroes y al Negus. ¡Y por Dios! No he visto rey alguno tan venerado como la gente de Muha- mmad venera a Muhammad. ¡Por Dios! Si escupe está la mano de uno de sus sahabas para recoger el esputo y frotárselo por el rostro y la piel. Si les ordena algo se apresuran a cumplirlo y si hace la ablución ellos casi se pelean por recoger los restos del agua que usa. Cuando habla ellos bajan la voz cerca de él y no lo miran directamente por vene- ración. Él os ha presentado una oferta razonable, así que aceptadla’. Un hombre de la tribu Banu Kinâna dijo: ‘Dejad que yo vaya a él’. Le dijeron: ‘Puedes ir’. Cuando estuvo a la vista del Profeta (B y P) y de sus sahabas, el Mensajero de Dios (B y P) dijo: «Este es fulano y es de una gente que venera los animales del sacrificio así que traed los animales que son ofrenda de sacrificio ante él». Al llegar vio los animales y la gente lo recibió ento- nando la talbiya. Cuando vio eso dijo: ‘¡Glorifica- do sea Dios! No es correcto que a esta gente se le impida visitar la Casa Sagrada’. Cuando volvió a su gente, les dijo: ‘Vi los animales engalanados (con cintas de colores) y consagrados (con mar- cas en sus lomos). Así es que no creo que sea co- rrecto prohibirles visitar la Casa Sagrada’. Enton- ces se levantó un hombre llamado Mikraz bin Hafs y dijo: ‘Dejadme ir ante él’. Le dijeron: ‘Pue- des ir’. Cuando lo vieron llegar el Profeta (B y P) dijo: «Ese es Mikraz, es un hombre viciado». Cuando Mikraz empezó a conversar con el Profe- ta (B y P) llegó Suhayl bin ‘Amrû y el Profeta (B y P) dijo: «Ahora se ha puesto fácil el asunto». Suhayl dijo: ‘Ven y concretemos un acuerdo escri- to’. El Profeta (B y P) llamó a su escriba y le dijo: «Escribe: En el nombre de Dios, el Clemente, el Misericordioso». Suhayl dijo: ‘Eso de ‘...el Cle- mente...’ no sé qué significa; así que escribe: ‘En Tu nombre ¡Oh Dios!’ como hacías antes’. Los musulmanes dijeron: ‘No ¡Por Dios! Sólo escribi- remos: ‘En el nombre de Dios, el Clemente, el Mi- sericordioso». El Profeta (B y P) dijo: «Escribid: ‘En Tu nombre ¡Oh Dios!’». Luego dijo: (Escribe) «Esto dictamina Muhammad, Mensajero de Dios». Suhayl dijo: ‘¡Por Dios! Si supiéramos que tú eres el Mensajero de Dios no te prohibiríamos la entrada a la Casa Sagrada ni te combatiríamos; pero escribe: ‘Muhammad, hijo de ‘Abdullah’. El Mensajero de Dios (B y P) dijo: «‘¡Por Dios! Soy Mensajero de Dios aunque me desmintáis; escri- be: Muhammad hijo de ‘Abdullah»; luego dijo: «La condición es que nos permitáis entrar en la Casa Sagrada». Suhayl dijo: ‘¡Por Dios! Los árabes no podrán decir que nos obligaron; sin embargo te dejaremos hacer eso el año próximo’ y así se es- cribió. Después dijo Suhayl: ‘Y con la condición de que, si te llega alguien de los nuestros, deberás devolverlo a nosotros, aunque sea musulmán’. Los musulmanes dijeron: ‘¡Alabado sea Dios! ¿Cómo lo devolveremos a los politeístas si llega como musulmán? En ese momento entró Abû Ÿandal bin Suhayl bin ‘Amrû tambaleándose con sus ata- duras y cayó entre los musulmanes después de sa- lir de la parte baja de Makka. Suhayl dijo: ‘Este Muhammad es el primero que me devolverás por esta condición’. El Profeta (B y P) dijo: «Aún no hemos terminado de escribir el acuerdo». Suhayl dijo: ‘Entonces no hago ningún acuerdo contigo nunca’. El Profeta (B y P) dijo: «Déjamelo pues». Dijo: ‘No te lo dejo’. El Profeta (B y P) dijo: «Claro que sí, hazlo». Suhayl dijo: ‘¡No lo haré!’. Mikraz dijo: ‘Pues sí, te lo dejamos’ (pero Suhayl se man- tuvo firme). Abû Ÿandal dijo: ‘¡Musulmanes! ¿Seré devuelto a los politeístas a pesar de haber venido como musulmán? ¿No veis lo que sufrí?’ Pues él había sufrido una dura tortura por la cau- sa de Dios’.

‘Umar bin Al-Jattâb dijo: ‘Entonces fui ante el Profeta (B y P) de Dios y le dije: ‘¿Acaso no eres verdaderamente el Profeta (B y P) de Dios?’ Él dijo: «Claro que sí». Le dije: ‘¿Acaso no tene- mos la razón y nuestro enemigo está en el error?’ Él dijo: «Claro que sí». Dije: ‘¿Entonces por qué debemos ser humillados en nuestra religión?’ El dijo: «Yo soy el Mensajero de Dios (B y P) y no Le desobedeceré; Él me dará la victoria». Dije: ‘¿Aca- so no nos decías que iríamos a la Casa Sagrada y que la circunvalaríamos?’ Dijo: «Claro que sí ¿Pero te dije que iríamos a ella este año?» Dije: ‘No’. Dijo: «Pues en verdad que irás a la Casa Sa- grada y la circunvalarás». Y fui ante Abû Bakr y le dije: ‘¿Acaso no es él verdaderamente el Profeta (B y P) de Dios?’ Dijo: ‘Claro que sí’. Dije: ‘¿Acaso no tenemos la razón y nuestro enemigo está en el error?’ Dijo: ‘Claro que sí’. Dije: ‘¿Entonces por qué debemos ser humillados en nuestra religión?’ Dijo: ‘¡Oye hombre! Él es el Mensajero de Dios (ByP) y no va a desobedecer a su Señor y Él le

dará la victoria; así que aférrate a él, pues él ¡Por Dios! Está en lo cierto’. Dije: ‘¿Acaso no nos decía que iríamos a la Casa Sagrada y que la circunva- laríamos?’ Dijo: ‘Claro que sí ¿Pero te dijo acaso que irías allí en este año?’ Dije: ‘No’. Dijo: ‘Pues con seguridad que tú irás allí y la circunvalarás’. Hice muchas buenas obras para expiar esas pre- guntas impropias que les hice’.

Cuando la escritura del tratado se concluyó, el Mensajero de Dios (B y P) dijo a sus sahabas: «Le- vantaos; sacrificad las ofrendas y rapaos». Y ¡Por Dios! Ningún hombre de ellos se levantó hasta que repitió sus palabras tres veces. En vista de que no le obedecían él entró a ver a Umm Salama y le mencionó lo que hacía la gente. Umm Salama le dijo: ‘¡Profeta (B y P) de Dios! ¿Quieres que tu or- den sea obedecida? Sal sin decirles palabra algu- na; sacrifica tu ofrenda y llama a alguien para que te afeite la cabeza’. El Profeta (B y P) salió sin de- cirles nada hasta hacer eso; sacrificó su ofrenda y llamó a alguien para que le afeite la cabeza. Cuan- do los sahabas vieron aquello, se levantaron y sa- crificaron sus ofrendas y empezaron a afeitarse unos a otros, con tal prisa que casi se matan unos a otros. Luego llegaron ante el Profeta (B y P) al- gunas mujeres creyentes y Dios hizo descender: ¡Creyentes! Cuando vengan a vosotros mujeres creyentes que hayan emigrado ¡examinadlas! Dios conoce bien su fe. Si comprobáis que de ver- dad son creyentes, no las devolváis a los infieles: Ellas no son lícitas para ellos ni ellos son lícitos para ellas, ¡Reembolsadles lo que hayan gasta- do! No tenéis nada que reprocharos si os casáis con ellas, con tal que les entreguéis su dote. Pero no retengáis a las incrédulas... (60:10). Entonces ‘Umar divorció a dos de sus esposas que eran po- liteístas. Una de ellas se casó con Mu‘âwiya bin Abi Sufián y la otra se casó con Safwán bin Umay- ya. Cuando el Profeta (B y P) volvió a Medina, lle- gó ante él Abû Basír, un hombre qurayshí que era musulmán. Enviaron dos hombres a buscarlo; di- jeron: ‘(Cumple) el compromiso que nos diste’. El Profeta (B y P) se los entregó y salieron llevándo- selo hasta que llegaron a Dhul Hulayfa. Allí se de- tuvieron para comer unos dátiles que traían. Abû Basír dijo a uno de los hombres: ‘¡Por Dios! Yo veo que tu espada fulano es muy buena’. El hom- bre la sacó y dijo: ‘Claro que sí ¡Por Dios que es buena! Y la he probado muchas veces’. Abû Basír le dijo: ‘Muéstramela para que la vea’. El hombre se la alcanzó y Abû Basír lo golpeó con ella hasta que quedó frío. El otro hombre huyó hasta que llegó a Medina y entró apresuradamente a la mez- quita. El Profeta (B y P) dijo cuando lo vio: «Este ha visto algo espantoso». Cuando el hombre lle- gó hasta el Profeta (B y P), le dijo: ‘¡Por Dios! ¡Mi compañero fue muerto y yo también casi muero!’ En eso, llegó Abû Basír y dijo: ‘¡Profeta de Dios! Dios salvó tu palabra y responsabilidad ¡Por Dios! Tú me entregaste a ellos y después Dios me salvó de ellos’. El Profeta (B y P) dijo: «¡Ay de su madre! ¡Que excelente provocador de guerras sería si tu- viera alguien que lo apoye!» Cuando Abû Basír oyó aquello y entendió que el Profeta (B y P) lo devolvería a Quraysh; así que huyó hasta que lle- gó a la costa del mar. Tiempo después, Abû Yan- dal logra escapar de Quraysh y se une a Abû Basír. Y sucedió que todo hombre musulmán que huía de Quraysh se unía a Abû Basír, hasta que for- maron un contingente. ¡Por Dios! Cuando oían de una caravana de Quraysh que iba hacia Al- Shâm la atacaban, mataban a la gente y tomaban sus pertenencias. Quraysh mandó decir al Profe- ta (B y P), apelando a Dios y la relación familiar, que mande llamar a Abû Basír y que todo aquél que llegue a Medina se quedará allí en seguridad. Así que el Profeta (B y P) mandó llamar a la gente de Abû Basír. Entonces Dios hizo descender: Él es quien, en el valle de Makka, retiró de voso- tros sus manos y de ellos vuestras manos (evitó que combatáis), luego de haberos dado la victo- ria sobre ellos, Dios ve bien lo que hacéis. Son ellos los que os apartaron de la Mezquita Sagra- da...cuando los incrédulos, dejándose llevar por su fanatismo, el fanatismo propio de la Ignoran- cia... (48:24-26) y su fanatismo era tal que se ne- garon a reconocer que Muhammad era Profeta de Dios, se negaron a escribir: ‘Dios, el Clemente, el Misericordioso’ e impidieron a los musulmanes visitar la Casa Sagrada.

 

V• Qué condiciones son lícitas y las excepciones en las decisiones

1193. Abû Huraira relató que el Mensajero de Dios (B y P) dijo: «En verdad, Dios tiene noven- ta y nueve nombres, cien menos uno; quien los cuenta (creyendo en su significado) entrará en el Paraíso».

 

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